Vivir para comer
- acosta-victoria
- 17 jul 2018
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 20 jul 2018
Hablar de uno siempre es difícil, pero cuando se trata de comida me siento muy cómoda. Nunca cuestioné el origen de mi amor por los sabores, pero desde muy chica quise experimentar y la gastronomía fue el lugar perfecto. Será tal vez por el placer que me genera en la boca, en la nariz y el cuerpo que encontré un nuevo mundo en la cocina.
Cuando me siento a la mesa ya sea de mi casa o en un bodegón, en un restaurante lujoso o en un puesto de la costanera me dispongo sin prejuicios a entender lo que me genera ese plato. Particularmente amo la cultura oriental, tengo una debilidad por la comida Coreana y encontré en este último tiempo otro sentido a mi vida a través de la comida de Oriente Medio.
Durante mi infancia, la cena fue el momento de reunión, mi mamá trabajo mucho siempre y era el único espacio que compartíamos. Ella cocinaba con amor y si bien eran platos típicos de una casa porteña, se esmeraba por darles un diferencial. De mis tres hermanos soy la más grande, la que entiendo criaron con más rigor, no recuerdo JAMÁS haberme negado a probar alguna comida, siempre comí de más y me costaron unos kilos que me acompañan hasta hoy.
En cuanto a la cocina, no soy muy devota de los preparativos, no soy habilidosa ni tengo paciencia, no soy ordenada y tampoco me gusta limpiar, sin embargo cuando los planetas se alinean y me siento inspirada, cocino. Debo decir humildemente que me sale bastante bien, pero son cosas que suceden dos veces al año.
Lo que más me gusta de mi carrera es escribir, quisiera que de alguna manera las personas al leerme sientan esa curiosidad que me motoriza constantemente a probar nuevos sabores.

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